jueves, 29 de marzo de 2012

In memoriam

Hoy me levante con más nostalgia que de costumbre. El pecho más que oprimido, las emociones a flor de piel, las lágrimas de un facilón impresionante. Hoy me levante pensando en mi padre, sintiéndolo, extrañándolo, añorándolo. Son cuatro meses de su ausencia, de su partida, de ver ese vacío y esa falta de él que duele y golpea los sentidos.
Hoy me levante pensando el el padre que Dios me mandó aquí en la tierra y me mostrara humanamente su rostro divino. Me levanté recordando esa sonrisa fácil, esa mano cálida. Ese hombre que se envolvía en sus recuerdos, en sus memorias y las platicaba al mundo con ese gusto y esa pasión por la vida misma.
Hoy me levante con una plegaria en los labios: Padre, mío y Dios mío acompáñenme hoy en mi día, en mi camino. guíenme como de pequeña, de la mano y cuidando cada paso mío con amor, con recelo, con orgullo; denme la fuerza de aceptar un día más esa sombra, ese monstruo, ese velo, esa extraña y conocida que es la muerte; déjenme sentirlos en el aire en el sol, en la lluvia, en mis hijos, en mi reflejo en el espejo; háblenme por medio del amigo, del hermano, de mi madre...
Hoy me levanté con un dolor que no rechazo, con esa sensación de un día lluvioso en el que quedarse en casa a solas, en un rincón preferido de casa, con los recuerdos, las fotos como únicos compañeros hacia volar la memoria, la risa, las lágrimas; recordar los sueños, las palabras, los momentos.
Hoy me levante con unas ganas enormes de verte papá, de abrazarte, de besarte, de platicar como antes, de contarte mis locuras y ver como soltabas la carcajada ante las ocurrencias de tu hija; de sentarnos frente a la tele y ver un partido de béisbol, llevando el score, discutir sobre el equipo, el jugador, el pitcher, el bateador; de estar en el jardín sentados y ver como encendías tu cigarro y por enésima vez decirme que no te gustaba que yo te imitara, que no era buen ejemplo y que era tu peor defecto; de que me preguntes qué estoy leyendo, cuál es mi autor favorito en este momento y que te narre un pasaje de ese libro; de enfrascarnos en esos duelos acerca de política, religión, de mi modo peculiar de ver la vida, y el mundo; de mi modo de relacionarme con el otro y que me digas cuanto te sorprende mi carácter y filosofía, mi capacidad de reír y de ser yo misma.
Hoy me levanté con ganas de decirte que todo lo que te agrada de mi, es gracias a ti, es porque  sigo tu ejemplo, tus consejos, porque me enseñaste con dedicación a amar, a ayudar, a sonreír, a ser fuerte. A luchar y a caminar sin importar lo difícil que sea. Que siempre hay algo mucho mejor a la vuelta del camino, detrás de un árbol, de una nube, de la lluvia, del sol... Que mis sueños son mi motor y mi guía, mi alma mis leyes, mi filosofía, mi fe mis valores y mi arraigo; mi sangre el agua que me nutre, fortalece y define.
Hoy me levanté papá con una tristeza pausada, adormecida, se metió en mi cuerpo por la noche con esa seguridad de que se apoderaría de cada parte de mi cuerpo y de mi alma; sin prisas, sabiendo de que era necesaria para poder sentarme y escribir.
Hoy me levanté con mil preguntas en la cabeza, con ganas de respuestas simplemente humanas, que a la mujer que soy y solo a ella la dejen satisfecha; dejar un poco la teología, la filosofía; solo el lenguaje humano para explicarme esa partida, tu partida.
Hoy me levanté susurrando tu nombre, mi nombre. Sintiéndome más tu hija, más parte de ti, más herencia tuya a esta tierra; desentrañando esa palabra, esas letras que encierran mi origen, mi raza, mi destino. Hoy papá me levante dando gracias a Dios por conocerte, por educarme, por quererme, por comprenderme; por dejarme ser esa niña loca y ocurrente; disparatada e impaciente; por darme las armas para vivir y reír; el consuelo de llorar; la memoria de ti; de tus enseñanzas y tus historias; por ser el hombre que creyó en mi desde el día que me vio y me amó hasta el día de hoy.
Hoy me levanté y lloré, y reí, y recordé que estabas aquí conmigo, en mi; y así seguirás mientras no me olvide no de tu cara o tu voz o tus manos, sino de que yo soy tu sangre, tu carne, tu orgullo, tu herencia... tu hija.