lunes, 11 de junio de 2012

En estos días que he estado de mudanza, y al abrir la puerta de mi clóset para iniciar la empacada de mis pertenencias, me llevé el susto de mi vida: han salido una cantidad de cajas que no esperaba. Ropa, zapatos, bolsos, perfumes, accesorios... en ese momento me puse a pensar si es necesario todo ese ajuar para una mujer que está cada día más cerca de los 40.
Y entonces decidí hacer una especie de investigación de campo, así que me fui a una plaza comercial, me compre un té y me senté frente a una tienda de ropa femenina. Simplemente a observar a las mujeres que a esa hora entraban al lugar. Por la hora, (en la mañana) la mayor parte eran mujeres mayores de 30 años y pude atestiguar que de cada 3 que entraban una salía con una bolsa de compras.
Después de una hora de observación entré a la tienda a ver si podía entablar algún tipo de conversación con las clientas. Así que decidida y tratando de mantener mi mejor sonrisa y mejor trato me acerqué a una mujer que revisaba atentamente unos pantalones (si, me gustaron, me imaginé con ellos y luego desperté de mi ilusión, no iba a comprar ropa) Le saqué conversación y en unos minutos ya estaba compartiendo tips de belleza, sus pasiones, sus mañas, sus pasión por la ropa.
Cerca de nosotras estaban otras mujeres quienes también comentaron acerca de sus gustos y de sus preferencias de ropa y calzado. Me llamaba la atención el ver que traían en una mano tres o cuatro ganchos con ropa y buscaban más. ¿Es necesario tener un clóset repleto de cosas de vestir? Si!!! la respuesta fue tajante.
Una mujer que se precie de serlo debe de tener una amplia gama de estilos, de diseños, de colores, de medidas de tacones para su arreglo diario. Parte de la coquetería, parte del misterio femenino, parte del glamour. El estrés cada mañana cuando se abre el clóset para ver que me voy a poner es parte del show. Ese estrés se va desvaneciendo conforme encontramos lo adecuado para ese día, de acuerdo a nuestras actividades, estado de ánimo, tiempo...
Recordemos que de niñas nos ponían el vestido mas amplio, con encajes, listones y lazos. Los combinaban con los adornos en la cabeza, las calcetas, el zapato o en su caso las sandalias. Desde pequeñas nos enseñan a las mujeres a cuidar nuestro arreglo personal, a ser pulcras, a combinar texturas, colores, peinados y accesorios.
No nos extrañemos de que esas enseñanzas perduren a lo largo de nuestra vida, sólo que entre más grandes nuestras actividades se multiplican. Ya no es sólo casa, colegio deportes o clases especiales por la tarde. Ya es escuela, trabajo, salidas con amigos, novio, compromisos sociales... Lo que hace que nuestro guardarropa aumente de manera considerable. Cuando estábamos en la etapa de los 15 casi todos los fines de semana eran las fiestas de las compañeras, primas, hijas de los amigos de nuestros padres. Y era la compradera o las visitas a la modista para encargar vestidos como si fueran palomitas de maíz...
Y qué tal en la prepa? las fiestas, las llegadas de los amigos a los 18 con tremendo festejo y todas las graduaciones hasta terminar la universidad (se gradúa el hermano de mi mejor amiga, el primo, el vecino, pasé el examen de manejo, de la vista...) por lo que se necesitaba una colección de atuendos propios para tan gloriosas ocasiones. Y después obviamente, las bodas, bautizos y demás... y así hasta el día de hoy.
Pero no sólo ropa de gala, también la ropa para el diario, para el trabajo. Eso hace que cada vez más necesitemos agregar un cajón, un metro de clóset, otro zapatero, otro entrepaño para las bolsas, otro mueble para los accesorios y así nuestra recámara se nos hace pequeña y empezamos la invasión de otros cuartos o espacios para nosotras.
Así que viendo la cantidad de cajas que han estado saliendo simplemente de mi clóset no me debo extrañar ni espantar. Sino sentir tranquila SOY MUJER y sí, necesitamos no un clóset, dos cuartos exclusivos para nuestras cosas, con cajoneras, espejos, espacios para bolsos, sombreros, chalinas, collares, pulseras, ropa. O ya de perdida que el marido no levante las cejas cuando abres tu lado del clóset que por extraña razón es el más grande; y levanta las cejas porque ahí no entra ni el aire; y te quedas mirando como niño perdido la cantidad de tela ahí colgada y sueltas la clásica e importante pregunta filosófica de toda mujer en sus cabales: "¿Qué me pongo?" seguido del lamento cual tragedia griega: "No tengo nada qué ponerme!".
Somos mujeres y está en nuestra esencia, o al menos en la mayoría de nosotras. Así que dejaré de quejarme por la cantidad de triques y trapos por empacar y desempacar. Y recordaré que así es nuestra parte femenina cada que me pare frente al caos roperil o frente al espejo para darle una última mirada a mi aspecto y despedirme con un guiño y una sonrisa de satisfacción en mi rostro....